domingo, agosto 15, 2010

CRUZ QUINTANA, Un obrero musical.


Por: Angel Méndez
Cortesía de Swing Latino para Asocosalsa

Abre los ojos como poseído. Lo hace en cada tiempo del bongó, lleva la música en el cuerpo y se mueve sin avanzar un paso, como sólo lo hacen los que sienten las vibraciones de las notas del pentagrama. Cruz Armando Quintana lleva el ritmo y atiende las indicaciones del director de la agrupación que le hace señas con un güiro tricolor. El bongosero sigue en lo suyo, sobando el cuero prensado. Agita los dedos, se va al centro, a las orillas, repiquetea con una mano, con las dos en la hembra. Nos mira con los ojos encendidos, como buscando aprobación. Estoy pendiente de lo que hace…¡Vamos al mambo! ¡Al mambo!...¡Pin, pum, pin, pum, pin, pin, pum...pim, pum... pin, pin, pin...Y el sonido de la campana se confunde con el del aro del timbal y deja que el sonero se tire con todas las de la ley. Combinación perfecta entre el bongosero y el cantante. Hay emoción en el ambiente, a pesar de lo lúgubre, de lo oscuro y de la miseria colgada en el estacionamiento convertido en estudio. ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Paquín…! “Crucito” Quintana, hermano de “Tabaco”, es el propietario del sonido, de la campana, del bongó. Mueve las manos, y palpa el cuero con suavidad, pero con firmeza, como si se tratara de la piel de una mujer. Nos dice que hay un diálogo entre el bongó, la campana y el ritmo que lleva el sonero en sus improvisaciones. Da gusto estar en los ensayos. Entra el break, el descanso…

¿Cuánto tiempo llevas en la música?
¡Muchacho! Son como 40 años metidos en la percusión. Si vas a sacar la cuenta te digo que nací en 1947, un día del que ya no me acuerdo. Debo haber nacido en la noche, porque la piel no se me clareó…jejeje…

¿Dónde estudiaste?
En la calle, mirando a los grandes, fotografiando en mi mente los golpes que luego practicaba. Soy bongosero nato, me gusta el instrumento. A veces toco un poco el timbal y la conga, pero lo mío es el bongó.

Un “matador” LP.
Le comento que me gustan más los marca Meinl, quizá por ser más sofisticados y coger mejor afinación. Asegura que todo es cuestión de gusto. En los cueros la guataca funciona, porque sólo así puede la música entrar al cuerpo. La mayoría de los percusionistas sufren transformaciones mientras se ejecuta el instrumento. Están poseídos por espíritus africanos que les conminan a mover las manos con rapidez, con tino, con mucha clave caribeña sobre todo. A pesar del diminutivo, Crucito mide casi dos metros de estatura y sus manos cubren la superficie del bongó. “Ese instrumento tiene un melao natural y a mí me gusta ese melao. El bongó es quisquilloso, trata de imponerse. Mi mayor satisfacción es vencerlo, jugar con él porque así lo exige. La campana y el bongó son hermanos de sangre, uno no puede estar sin el otro. A mí me gusta vencerlos, que ellos sepan a quién tienen que respetar.

¿El mejor bongosero?
Luisito Quintero. Ese muchacho es lo mejor que yo he visto en todos mis años como percusionista, porque él domina el bongó, la campana y la conga. Hace lo que le da la gana con los cueros.

¿Y tú qué?
Yo hago el trabajo. Cumplo con mi parte en cada presentación, eso sí, trato de hacerlo lo mejor posible. Si algo detesto en este ambiente es que un trabajo se haga mal o de mala gana. El público merece respeto. Me considero un obrero musical.

TABACO, LA FLACA GLADIS...

De vuelta al ensayo con un número impregnado de jazz, Crucito se apodera del bongó y hace relucir el ambiente. Casi toda la vida musical de Crucito tiene que ver con el Sexteto Juventud. Entró a formar parte de él cuando Tabaco era su vocalista y timbalero. Eso fue por 1961, cuando aún ensayaba con su hermano en la sede del MEP en la parroquia La Vega, donde se crió y donde conoció a la “flaca” Gladis, su esposa y su guía. “Ella ha sido mi compañera y mi consejera. Mira, cuando Tabaco se murió, que para mí no se ha muerto porque siempre lo llevo conmigo, le monté un rumbón en el cementerio, luego me retiré de todo y de todos, casi me echo al abandono, pero allí estaba Gladis. El sexteto me llamó y fue ella quien a empujones me hizo volver en mí. La hemos pasado bien a lo largo de tantos años…”

¿Otras orquestas?
Con varias, pero como buen hijo vuelvo con el hierro para el Sexteto. Olinto no puede vivir sin mí… jajaja. Medio metro de risa al son de un bongó, de ojos redondos, como los de Papo Pepín cuando revienta los cueros. Se lo decimos y se siente halagado. Difícil no contagiarse cuando este obrero de la música cumple con su trabajo. ¡Crucito, suena el bongóoo!

"Y Crucito de repente soltó el bongó y comenzó a reventar las pailas"...

1 comentario:

zuleima vasquez dijo...

tan bello sr cruz un gran abrazo con mucho cariño.....zuleima